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Sobre el proyecto Gran Visión Cultural. Segunda parte






Publicado en el periódico e-consulta en abril de 2010

En diciembre de 2009, en este mismo espacio, publiqué un texto sobre el proyecto que en ese entonces había arrancado el Institituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla conjuntamente con Nomismae Consulting, firma mexicana de consultoría especializada en el análisis y medición de la contribución económica de las actividades basadas en la creatividad y la cultura . El proyecto, Gran Visión Cultural (GVC), pretendía diagnosticar el estado de la cultura en el municipio de Puebla y su zona metropolitana con miras a optimizar la producción simbólica y su impacto económico en la región. En esta ocasión quiero hacer algunos comentarios con respecto al primer reporte ejecutivo del proyecto, publicado en marzo de 2010.

En primer lugar es necesario señalar el acierto que han tenido las autoridades municipales al realizar este estudio que, según el mismo reporte, encuentra su fundamento en el contexto de agotamiento de la política cultural general de México, que, si bien inició como una política compensatoria, ha devenido en un asistencialismo ‘presupuestívoro Por tanto, el principal aporte del proyecto ha sido la obtención de indicadores que permitan generar propuestas de superación del viejo paradigma de política cultural, lo cual no será un empresa fácil toda vez que ha de considerarse que Gran Visión Cultural es la primera iniciativa de este tipo a nivel nacional y la tercera en América Latina –muestra feaciente tal resistencia al cambio es el hecho de que casi el 35% de los creadores a los que se les solicitó una entrevista se negaron a dar la cita o dejaron la entrevista incompleta. 

Sin embargo, como sotuve en el artículo anterior, el fenómeno verdaderamente interesante no es el proyecto en sí, sino las condiciones de su posibilidad: (1) que las autoridades municipales se interesen en estudios de esta naturaleza y (2) que exista en México una empresa especializada en este tipo de análisis ¿A qué coyuntura histórica responden estos hechos? ¿Desde dónde se articulan? ¿Cuál es su fin último? Son cuestiones que han de considerarse antes de dar lecturas y aventurar las posibles conclusiones del proyecto Gran Visión Cultural.

1.                  Espacio incierto
Pese al rigor  metodológico con que procedió Nomismae Consulting, la misma naturaleza del fenómeno estudiado hace que el reporte arroje mucha luz, pero también deje grandes e interesantes intersticios y abigüedades por donde se pueden colar todo tipo de cuestionamientos. En primer lugar, la afirmación del IMACP (Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla) "queremos mejorar nuestra política cultural, a partir de lo que tenemos, tomar lo que sirva y dejar atrás lo que no ha funcionado" nos obliga a preguntarnos qué estamos entendiendo por mejora y desde qué parámetros se establece lo que sirve y lo que no sirve. Sin lugar a dudas, la intención es clarísima toda vez que consideremos que el proyecto en su conjunto tiene un  marcado enfoque económico. Mejorar quiere decir productivizar el sector cultura, lograr que ésta deje de ser ‚‘preuspuestívora, y lo que funciona es, por tanto, todo aquello que coadyuva a la productivización de dicho recurso. Lo anterior más que ser prejuzgado desde la postura conservadora de la bohéme y el amor al arte, ha de ser desentrañado de acuerdo con análisis que hagan visibles las conexiones entre el estado actual mundial de la cultura y el papel que desempeña dentro de la economía.

Debido a esto, no sorprende a propios ni a extraños que el reporte de GVC comience por dar cuenta de la población económicamente activa del municipio de Puebla, de la cual el 62% se desempeña en el sector terciario. Tenemos entonces una primera clave de entendimiento, a saber, que al encontrarse dentro de ese sector económico la cultura podría resultar una cuenca de riqueza altamente rentable y sin embargo, no lo es.

Surgen así las primeras paradojas. Por una parte, y de acuerdo con los datos del estudio, dentro del sector terciario una de las industrias que más ganancias genera es la turística (512 MDP en 2009). El papel que la cultura desempeña dentro de este sector económico es fuerte y, por lo tanto, es conveniente impulsar el desarrollo de creadores y artesanos, así como invertir en las labores de mantenimiento y restauración de inmuebles históricos, principalmente del centro de la ciudad. La mayor parte del turismo que llega a Puebla es nacional y del total de sus gastos la mayoría corresponden a conceptos de alojamiento y alimentación. Lo anterior nos obliga a preguntarnos quién consume cultura, qué tipo de cultura consume y qué tipo de cultura quisiera consumir.

Se busca un modelo gestivo que permita a la cultura ser no digamos rentable, sino sustentable y para ello es menester incentivar tanto la producción como el consumo cultural. El problema aquí es que más allá de las industrias del ocio y el entretenimiento no existe demanda para la producción simbólica en Puebla. Por ejemplo, los datos duros indican que lo que más compran los turistas en Puebla son artesanías y dulces, mientras que, por ejemplo, las antigüedades y la talavera solo obtuvieron un 6% del total del consumo. Esto no quiere decir que la Talavera no guste a los turistas, antes bien, confirma el hecho de que ésta resulta un gasto suntuario para la mayoría de ellos. Para hacer más fuerte esta hipótesis baste decir que ni los mismos productores simbólicos consumen productos culturales: cuando se les interrogó acerca de su consumo cultural el 52% de los encuestados contestó que no compran arte, libros ni revistas. La pregunta realmente intersante hubiera sido por qué no los consumen o si les gustaría hacerlo.


En cuanto a la población local, las opciones de entretenimiento, ya sea entre semana o en fines de semana , ubican a la televisión en la primera posición con índices de hasta 56% de preferencia sobre otras opciones de entretenimiento como teatro, espectáculos, museos y paseos por la ciudad. Nuevamente debemos preguntarnos si estos datos reflejan el gusto o el poder adquisitivo de la población encuestada.

Con base en los resultados anteriores, las preguntas de Nomismae Consulting son ¿en dónde se encuentra el creador cultural de la capital poblana?, ¿qué hace?, ¿a qué se dedica?, ¿toca de alguna manera este mercado y/o atiende esas demandas de consumo cultural?

2.                  Posibilidades e insuficiencias
Como era de esperarse, el panorama de producción en Puebla refleja que las Unidades Creativas y Culturales en la Capital poblana están muy limitadas en los aspectos de planeación y gestión y tienen serias deficiencias al plantear sus estrategias comerciales, administrativas y de mercado.
Pese a que el 76% de los encuestados afirman vender sus productos, el 72% no conoce el perfil de sus compradores y el 91% asegura recurrir a préstamos de familiares y amigos para complementar económicamente su actividad creativa. Del 29% inscrito en algún padrón para ayuda económica, educativa o laboral, el 39% está respaldado por programas de apoyo alimentario y el 35% cuenta con algún tipo de beca. Un 12% de los encuestados no paga impuestos, el 26% lo hace y el 62% no contestó a la pregunta.




El problema de fondo es nuevamente dar cuenta de qué tipo de trabajador es el creador. A las claras se concluye que en Puebla es difícil vivir del arte y la creatividad. La precarización del trabajo creativo se refleja no sólo en las ganancias, sino en las condiciones laborales de artesanos, músicos independientes, actores, escritores y demás creadores. Algunas de las cuestiones que no aborda la investigación de GVC tienen que ver con esto último ¿los creadores cuentan con seguridad social, seguro de  desempleo y fondo para el retiro?




Una vez más, llamo la atención sobre la menuda paradoja de la situación cultural en Puebla. Si reparamos en el hecho de que somos la segunda ciudad del país en número de universidades (20) y que licenciaturas como diseño, artes plásticas, danza, teatro y música, así como posgrados en Literatura, Estética y Arte y Teorías de la Cultura son ofertados (y concurridos) en más de una institución superior ¿qué y/o cómo se hace posible este escenario de precaridad económica de las artes y la cultura en general? Si los artistas actuales reciben educación como cualquier profesionista tout court ¿cómo y por qué tienen tantas deficiencias organizacionales y administrativas?

3.                  La redefinición del espacio público
Frente al panorama anterior es curioso notar que la mayor parte de los creadores demandan ampliar los espacios de promoción cultural. En este punto conviene ser muy cuidadosos y plantear bien la pregunta ¿qué es un espacio cultural?

Prácticamente cualquier espacio puede ser (es) un espacio cultural, sin embargo nos hemos hecho la idea de que un espacio cultural ha de construirse con inversiones millonarias, debe ser de magnitudes escandalosas y, siempre, competir en presupuesto y escala con los espacios culturales previos. Nunca terminé de entender cómo y por qué el famoso jardín del arte es un espacio cultural para la sociedad poblana, recordemos que este espacio generó mucha polémica con la renuncia de su directora quien denunció publicamente las intenciones del gobierno del estado de convertir el jardín en un millonario complejo inmobiliario; un caso parecido es el del casco industrial de la Constancia Mexicana, que fue expropiado con la finalidad de convertirlo en centro cultural y en el cual se organizaron apenas Plataforma 2006 y un Salón de arte erótico en 2007 para luego, y después de haber sido expropiado, dejarlo en el olvido.

Caso aparte es el Complejo Cultural Universitario de la BUAP. Una de mis anécdotas favoritas con respecto a éste tiene que ver con una entrevista que le realizaron al rector de la universidad en TV Azteca Puebla con motivo de la inauguración del Inmueble. Cuando la conductora preguntó a Enrique Agüera qué era necesario para que el edificio cobrara vida, la respuesta del rector fue "que los poblanos vengan y consuman". Evidentemente el CCU de la BUAP tiene tras sí una gestión visionaria con respecto al papel que la cultura y las artes tienen en el desarrollo económico. Sin embargo, y a pesar de que se sigan rentando salones para eventos sociales como bodas y XV años, las acciones del CCU han tenido propuestas interesantes como los ciclos de cine que exhiben "de a gratis" buenas películas, o los próximos conciertos que se relizarán en su explanada con motivo del XII Festival Internacional de Puebla. Finalmente está el asunto del Auditorio de la Reforma, una sala de concierto con excelente acústica que había sido descuidado por años y que recientemente ha estado en la mira de proyectos de rehabilitación. 

A estos recintos hay que sumar otros centros culturales como el museo de la UPAEP, la Capilla del Arte de la UDLAP, la Casa de la Cultura, San Pedro Museo de Arte, el, casi fantasma, Centro Cultural Poblano, La Casa de los Muñecos, La Casa del Alfeñique, el Museo Amparo, el Museo Bello y San Pedro Museo de Arte; el Teatro Principal, el Teatro de la Ciudad y las Galerías del Palacio Municipal. El problema, por tanto, no es que haya más espacios sino qué se sepa qué hacer con ellos. Tenemos el hardware, nos falta el software: políticas decentes.

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