Publicado en Art Nexus No. 93 Volumen 13 Año 2014
Ivory Press,
Madrid
Del 18/02/14
al 05/05/14
Los Carpinteros, Pellejo, 2013 |
La dialéctica entre tiempo transcurrido, borrado y detenido es, sin duda, una de las líneas maestras de Bazar. Tanto en la muestra como en su obra en lo general, esta línea se inscribe en una más abstracta que podría resumirse como exploración del absurdo y el caos. No me refiero a la inquietud de estos artistas por escudriñar paradojas, sino a su enorme capacidad para cuestionar el mundo desde una mirada problematizadora, que encuentra contradicciones ahí donde, en principio, no las hay. La primera línea se muestra de forma inmediata y ligada a temas sociales, fisiológicos, lúdicos o de consumo, mientras que la segunda tiene reverberaciones filosóficas, históricas y conceptuales. Pero no se bifurcan, la mayoría de las veces actúan como capas superpuestas de significación dentro de una misma pieza.
Félix Gonzalez-Torres, Untitled, 1991 |
Pellejo no es, por
tanto, la única obra en Bazar que
evidencia las paradojas del tiempo. Más sencilla resulta la metáfora de los
relojes (Reloj de pulsera. Tipo A, B y C, 2014) cuyas
carátulas han sido cubiertas por una capa de acero inoxidable, borrando así el
tiempo que narran. No es el tiempo por el tiempo, en un sentido metafísico. Las
implicaciones políticas y sociales son sutiles, pero fácilmente identificables
para quien conozca la situación en Cuba donde el tiempo parece haberse detenido.
Una de las últimas tomas de Pellejo
muestra la cama vacía después del encuentro. Ineludiblemente hallo una delicada
cita a Félix Gonzalez-Torres, extensiva en los relojes de pulsera. El vínculo
no existe sólo en virtud de las coincidencias de elementos (relojes, amor,
pareja, sexo), sino también poéticas, conceptuales e histórico contextuales. Él
fue otro artista de origen cubano que supo hablar de lo político desde lo
íntimo y aparentemente banal.
Más aludida que presente, la música es la otra gran línea de
la muestra. En Polaris (vídeo, 2014),
un hombre sube, una a una, sus tres congas hasta la cima de algún monte nevado
de los Alpes. El camino es arduo y en ocasiones el instrumento le sirve como un
híbrido de bastón y piolet para apoyarse al subir las pendientes. Al final toca
algún ritmo en ellas, en la cumbre de la cima. Se ha dicho ya, pero conviene
recordarlo: gran virtud es hacer arte tropical sin sol, palmeras y maracas. Si
se me permite sugerir un título alternativo, llamaría a este vídeo Con la música a otra parte.
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